Que tango...
llegaban al corazón,
las vidas que dabas,
suplían las ausencias.
Tenerte o no tenerte,
Aullar tu desamor,
Sentir la soledad,
Es un tango en mi vida.

¿Qué tango hay que cantar,
(7 de diciembre de 1914 - 23 de julio de 2002)
Nace en el barrio de Floresta, hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos.
De chico tomó lecciones de violín y cantaba cuando tenía la oportunidad de hacerlo.
A los 15 años lo escucho un guitarrista de la época
y decidió incluirlo en su conjunto.
Luego cantó en las orquestas de Julio Decaro
y la Orquesta Típica Los Indios de Ricardo Tanturi.
Con su particular estilo reo,
con puntos en común con la cantante Elba Berón,
adopta allí su seudóniomo definitivo de Alberto Castillo.
Ya cantando con esa orquesta se recibe de médico ginecólogo
e instala un consultorio, que luego cerraría
en virtud de sus compromisos musicales y que las admiradoras llenaban el consultorio
con males imaginarios para hacerse atender por el doctor.
En el año 1943 se desvincula de la orquesta de Tanturi
y se hace solista e incorpora un ritmo poco usado en esta margen del Plata,
el candombe.
Simultaneamente desarrolla una carrera como actor de cine.
Realiza verdaderos éxitos de taquilla, "El tango vuelve a París",
"Un tropezón cualquiera da en la vida","La barra de la esquina",
"Nubes de humo" entre otras.
Tanguetto
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Me jode confesarlo
pero la vida es también un bandoneón
hay quien sostiene que lo toca Dios
pero yo estoy seguro de que es Troilo
ya que Dios apena toca el arpa
y mal
Fuere quien fuere lo cierto es
que nos estira en un solo ademán purísimo
y luego nos reduce de a poco a casi nada
y claro nos arranca confesiones
quejas que son clamores
vértebras de alegría
esperanzas que vuelven
como los hijos pródigos
y sobre todo como los estribillos
Me jode confesarlo
porque lo cierto es que hoy en día
pocos
quieren ser tango
la natural tendencia
es a ser rumba o mambo o chachachá
o merengue o bolero o tal vez casino
en último caso valsecito o milonga
pasodoble jamás
pero cuando Dios o Pichuco o quien sea
toma entre sus manos la vida
y le sugiere que llore o regocije
uno siente el tremendo decoro de ser tango
y se deja cantar y ni se acuerda
que allá espera
el estuche.
Mario Benedetti
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